viernes, agosto 29, 2008

Cae fiebre como nieve

Esquivar los halagos y revolcarse en las críticas. Olvidar al instante las alegrías y darle mil vueltas a cada decepción. Rodearse de locos, espantar a los tibios, incomodar a los felices, llenar las esquinas de demonios, hacerse daño. Discutirlo todo, especialmente aquello con lo que se está de acuerdo. Andar sólo cuando no se puede correr, y volar, y subir hasta donde no queda oxígeno, donde se pierde la razón, desde donde se cae a plomo. Escribir, componer, pintar huyendo de lo establecido, evitando lo correcto. Fotografiar al mentiroso en el momento de mentir, el arte no es un telediario. Es la fiebre, la fiebre que cae como nieve. Decirle a las chicas guapas que lo son, y a las que no lo son también, porque lo son. Tratar a todas las mujeres como si fuesen únicas y a todos los hombres como si nos debiesen dinero. Y no olvidar nunca a los que se fueron, no olvidarla a ella. Rehuir las nóminas, en lo laboral y en lo sentimental, evitar los créditos, en lo financiero y en lo sentimental, y sortear lo común, especialmente en lo sentimental. Mirarse en todos los espejos y jugar al ajedrez con la muerte. Fingir que todo importa, fingir que no sabemos cómo acaba esto, cortarse los hilos. Pedirse el lanzamiento decisivo, dar el paso al frente cuando llega el enemigo, hacer cima. La carne en el asador, el momento de la verdad, el ahora o nunca y todo eso. Existir con estrépito, buscar pelea, dormir lo justo, respirar a gritos, follar mirando a los ojos. Cuando nos aburrimos somos todos iguales, cuando nos movemos no nos parecemos en nada.
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